La conmemoración del Bicentenario, ha marcado un punto de inflexión en todo lo que hace a la restauración y conservación del patrimonio arquitectónico, y sin lugar a dudas se ha constituido en una muy buena “excusa“ para abordar la puesta en valor de, por lo menos, los edificios más emblemáticos y significativos como el Oratorio de la Virgen de la Asunción y Panteón de los Héroes, punto obligado de convergencia de la ciudadanía para los festejos ocasionales, los reclamos y las manifestaciones permanentes, y por supuesto, el Palacio de Gobierno, dado en llamar Palacio de López.
Y no podía ser de otra manera, había que dar muestras de interés y emitir señales muy claras en cuanto a políticas culturales referidas al rescate de nuestra identidad y puesta en valor del patrimonio edilicio, y que como mínimo debían de provenir desde la sede del Poder Ejecutivo, por lo menos, así lo entendimos quienes trabajábamos en las esferas técnicas y culturales de la administración pública, específicamente en el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones y en la Secretaría de Cultura.
El Palacio de López, ha llevado más de tres años, desde el relevamiento minucioso del edificio a cargo de estudiantes y docentes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción, el trabajo de investigación de lo constructivo-espacial, la elaboración del Protocolo de Intervención, hasta el proceso de Dirección de la obra y toma de decisiones en cuanto a los imprevistos propios en este tipo de obras, producto precisamente de la escasa o nula información al no disponer de la documentación detallada, a pesar de los métodos no invasivos a que se han recurrido, como la termo-cámara y el resistómetro, poderosos aliados en las instancias previas de exploración y análisis de la situación patológica del edificio.
Por todo esto, fue grande el compromiso que se había asumido, alcanzándose un nivel de intervención nunca antes conocido en nuestro país y en el edificio más importante de la República, el Palacio de López, que fue visitado y recorrido durante un fin de semana por más de cincuenta mil ciudadanos venidos de todos los puntos del país, para grata y estimulante sorpresa de quienes solo pensábamos, qué las cuestiones del patrimonio, la historia y la cultura en general, solo estaba en el interés de una ínfima proporción de la población, constituida por, intelectuales, estudiosos y artistas. Y la verdad fue otra, cuán equivocados estábamos!
Todo esto nos lleva a desafíos, por un lado, de proseguir con las tareas pendientes de las siguientes etapas que reclaman con urgencia, dado la gravedad del caso, seguir interviniendo sin pausas prolongadas y con un presupuesto adecuado a las exigencias de una obra atípica, como son los trabajos de restauración (de la materia) y conservación (de la idea). Por otro lado, también supone riesgos, sí, riesgos del “mal uso” y falta de un adecuado mantenimiento por parte de los “inquilinos” o usuarios de un Palacio de López recuperado en sus espacios interiores, como la Sala Hipóstila o sus diferentes salones con jerarquía o rango de Palacio.
En general y en adelante, a partir del Palacio de López, muchos serán los desafíos y los riesgos, al asumir (o no) la responsabilidad de intervenir el patrimonio arquitectónico de nuestro país, porque al decir del recordado Octavio Paz: «La Arquitectura, es el testigo insobornable de la historia».
Por: Arq. Gustavo Glavinich