Mirada vuelta hacia el pasado como testigo a través de las obras tangibles, los edificios y casonas de Asunción, desde la arquitectura colonial, reflejada en esa “Casa de la Independencia”, y los grandes monumentos como fueran la Catedral, el cabildo, de la época de Don Carlos A. López y las mansiones de comienzo del siglo XX que engalanaron nuestra ciudad de Asunción.

Y más cerca de nuestro tiempo, un cuadro que ella dedica a la religiosidad del pueblo paraguayo en su veneración mariana; La Basílica de la Virgen de Caacupé, donde, ese cielo con esos colores que entornan a la cúpula, encierra la devoción que caracteriza a nuestro pueblo.

Estos oleos que representan el retrato de Asunción a través de varias épocas en sus obras edilicias, podemos hoy apreciar un avance en su técnica ya que sus pinceladas van dejando esa pulcritud de la línea académica para transformarse en trazos gruesos, de pinceles y espátulas cargadas de materia, así como también en la elección de sus colores, como en la Casa Alta de Madame Lynch en el jardín botánico, nos muestra a la pintora en vital evolución dentro de la plena libertad que ejerce para proyectarse desde su interioridad que es una única, como deben ser
sus obras.

Cabe destacar especialmente “sus cielos”, en los cuales ella expresa su estado de ánimo, su sensibilidad a través de los colores que cada estructura le provoca, expresando en la textura de sus gestos, como en la simplificación de las formas arquitectuales, marcando una tendencia impresionista.

Acompañando a estas pinturas, una instalación donde resalta un gran mapa del Paraguay en madera terciada, donde en forma de collage, sobresalen los monumentos más importantes de nuestra historia a través de fotografías o recortes de diarios antiguos, cubiertos por una patina obscura como señal del paso del tiempo.

Y, en la Gran Sala, la proyección de la primera película paraguaya; Cerro Cora, realizada en nuestro país con actores y actrices paraguayos de entre los cuales participo Nannina Galluppi.

Podemos concluir con un poema de María Eugenia Garay: “Para permanecer, como si el tiempo no hubiera transcurrido en la brisa que enreda madreselvas silvestres, el fulgor que la luna dibuja en la ventana” y agrego: y en los cuadros de “Memorias de Antaño”, de Nannina Galluppi.